lunes, 4 de octubre de 2010

Oktoberfest

Era viernes por la noche y ya todos nos mirábamos las caras sabiendo lo que nos esperaba. A eso de las 20:30 cogimos el tren con dirección a Modena, nadie quería beber porque en el Oktober tendríamos suficiente pero fuimos a una especie de "pub" llamado Red Lion (Los que organizaban lo del oktober) y caímos en la tentación. 

“Birra viene birra va birra pin birra pan” con la tontería a la 1:00 yo ya me había tomado un litro de Golden fire y estaba más que risueño. El autobús salió dirección a Munich, tardó unas ocho o nueve horas más o menos. Éste fue el recorrido que hicimos:


Sobre las 10:00 de la mañana y habiendo desayunado dos sándwich empezó todo. Nadie quería dar el primer paso, todos teníamos el estómago un poco cerrado pero había que hacerlo. Cogí mi maleta, el sonido de la cremallera ya presagiaba que algo malo iba a suceder, miré mi lata de cerveza de medio litro y la abrí sin pensármelas, había abierto la caja de pandora. Compartí la primera a medias con Eli, cada uno teníamos en la maleta tres latas de medio litro de la fuertecita y al salir de la guagua nos dieron dos más.




Ahí estábamos, siguiendo a la marabunta de gente que iba al Oktober, eran las 11:00 y ya mucha gente estaba borrachísima, el ambiente era excepcional, jarras de un litro se paseaban por todo el festival. Las alemanas eran preciosas, todas con ojos claros, eso sí, el traje típico les hacía ganar bastante.


Conforme pasaban las horas, aquello me gustaba más y más, la gente era muy simpática. Quería probar la famosa salchicha alemana (hubo mucha coña con este comentario) así que me compré un perrito y joder, si que estaba bueno pero también caro, alrededor de 4 €.
Estábamos borrachos y con el rollo de ver a la gente tomando cervezas a nosotros también se nos abría el apetito, era un no parar. Para darle un tiempo muerto al alcohol y la cartera, salimos a conocer Munich sobre las 16:00.

Desde el primer vistazo se veía cómo funcionan las cosas allí, era una ciudad muy limpia y bonita, se notaba el nivel de desarrollo alemán en todos los sentidos.

Pasamos por una cervecería y no pudimos evitar hacer una parada. Me acerqué a la barra y vi alrededor de 4 € que parecían no pertenecer a nadie. Puse cuidadosamente la carta encima del dinero y en un brillante trabajo de equipo Damián se lo guardó en el bolsillo. Compramos dos pintas que con el descuento “carota” nos salió a 2 €, también nos llevamos la jarra para tener un recuerdo del lugar.


A eso de las 19:00 se separó el grupo que fue a visitar la ciudad. Por un lado, Damián y Fernando que siguieron pateándose la zona, por el otro, Pilar, Eli y yo que queríamos volver al Oktoberfest.
Estábamos muy cansados y tuvimos la brillante idea de pasar por un “Lidel” a reponer fuerzas. Compramos un pack de 6 y un paquete de papas, que mejor que eso para recargar las baterías camino al festival.


Todo acabó alrededor de las 22:00, tocaba volver a Bologna. El camino esta vez se hizo mucho más pesado, casi doce horas para llegar a casa pero mereció la pena.


 

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