Después de el pateo, quedamos el grupito en una plaza en la cual se paseaban unos discretos señores vendiendo birras de 0,77 cl, por el módico precio de 2 €. Lo interesante y a la vez sorprendente de Bologna es que se pueden consumir bebidas alcohólicas en la vía pública, no hay ningún problema.
Nos apetecía algo de fiesta y nos pasamos por un par de pubs que estaban muy bien, pero la noche la acabamos en un karaoke donde no importaba en que idioma era la canción, se cantaba y punto.
Hoy tenemos que ir a la inmobiliaria a firmar el contrato del piso, también debo sacarme un número de teléfono italiano ya que aquí todo el mundo lo usa y parece servir bastante. No se que planes hay para esta noche, pero los habrá. Me encanta esta ciudad, la envuelve una magia que la hace sencillamente acogedora.
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